Parece que una situación límite es
sinónimo de desesperanza, pena, tristeza, ansiedad, depresión y
muchas más palabras que no añadiré porque creo que el foco de
atención debe de estar mirando hacia otra dirección, donde haya un
sentido de fortaleza y de calma interior que nos permita consolidar
la dignidad y la razón de nuestra existencia.
No hace falta fijarse en los
interminables testimonios de figuras conocidas que convirtieron sus
reveces en victorias, para confirmar la existencia de una mente feliz
en aquellas personas que viven su día a día de manera más plena.
La vida no es tan complicada, es
nuestra mente la que mal interpreta lo que nos sucede y le damos
total credibilidad, hundiéndonos en la incertidumbre, la duda, la
desconfianza.
La buena noticia es que la podemos entrenar y una manera muy simple de hacerlo es pasar del modo pensar al modo sentir.
La buena noticia es que la podemos entrenar y una manera muy simple de hacerlo es pasar del modo pensar al modo sentir.
Prueba a sentir la temperatura del pomo
de la puerta cuando la abres en lugar de abrirla automáticamente
mientras tu mente está pensando en otra cosa.
Prueba a sentir el olor del jabón
cuando te lavas las manos, , a observar detenidamente las figuras que se forman, sus colores, a escuchar el sonido del agua que cae.
Prueba a darte cuenta de que tu mente
vaga y tráela otra vez al presente poniendo toda tu atención en los
sonidos que te rodean o en el color del paisaje o
simplemente en saborear pausadamente la forma, la textura, el sabor de una fruta mientras te la comes.
Esto te llevará poco a poco a desarrollar un estado de conciencia diferente, más pausado, más pleno, más tranquilo, más feliz.
Y tu mente ¿cómo está?
¿Llena? o ¿Tranquila?
¿Llena? o ¿Tranquila?
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